Hermano universal, santo de todos
Francisco de Asís: hermano universal, santo de todos

En el hall del megaeropuerto de Sao Paulo hay en la pared una pequeña imagen de san Francisco de Asís. Miles de personas pasan diariamente por aquel lugar. Algunas se detienen y rezan brevemente ante la imagen. Una señora y un chico joven se paran. Al preguntarles cómo es que rezan a san Francisco en medio de aquel barullo responden sin titubear: “Es el santo de todos”. Y así es. Algo tiene el hermano de Asís que atrae a toda clase de personas sin distinciones. Más aún, por alguna secreta razón, gentes alejadas del hecho cristiano se sienten fuertemente atraídas por él. El director de cine Rosellini hizo una película sobre las Florecillas de san Francisco. Por ella fue expulsado del partido comunista italiano (era comunista) y censurado por la Santa Sede. Cuando le comentaban esto decía: “Si me echan de la izquierda y de la derecha, Francisco me abrirá la puerta”. Nos sorprende que directoras de cine como Liliana Cavani, declaradamente atea, diga que Francisco es el personaje “de su alma”. O que actores tan singulares, por decir algo, como Mickey Rourke se queden deslumbrados por la figura sencilla del pobre de Asís. Es un “Francisco hermano todos”. Ahí está el fondo.

¿Por qué es Francisco un Francisco de todos? Vamos a decirlo de manera profunda: porque controló y casi eliminó de sí mismo el sentimiento de juicio y porque nunca quiso apropiarse de nada ni de nadie. O sea: todos/as llevamos dentro un implacable juez que condena en juicios sumarísimos a los demás sin tener en cuenta ninguna clase de atenuantes. A veces incluso nos condenamos a nosotros mismos. Francisco controló ese mecanismo. Cuando fue a que el Papa aprobara su Regla, éste le hizo una pregunta (tal como aparece en la película Francesco): “Ustedes son pobres, dice el Papa, nosotros somos ricos, ¿cómo podremos amarnos?” Y Francisco responde: “Sin juicio, sin juicio”. Todos pudieron acercarse a él porque nadie se sintió juzgado. Y luego, jamás se apropió de nada ni de nadie. Controló esa irrefrenable tendencia a utilizar al otro/a en provecho propio. Como vieron que no tenía intención de robar nada a nadie, sino de dar su corazón y su vida al otro, todas las personas se acercaron a él sin miedo.

Quizá todo esto pueda parecer excesivo, pero se podría decir de otra manera: Francisco es de todos, porque ha mirado a toda persona, a toda realidad con una mirada nueva, limpia, sin trasfondos, sin segundas intenciones. Ha mirado a Dios simplemente como un Padre bueno que acompaña y que nunca pasa factura por lo que nos da. Ha mirado la creación como una casa en la que pueda sentirse sin temor; por eso, hasta las criaturas irracionales, pero agudas, lo han visto como uno de los suyos. Ha mirado a las personas como hermanas reales, y ha creído que de sus “familiares” nunca recibiría ningún mal. ¿Dónde ha encontrado esa mirada nueva? Se la ha ganado a pulso: sin pararse en las apariencias ha bajado al fondo de la realidad creyendo que allí estaba el secreto. Y era verdad: allí anidaba la bondad y se ha topado con ella. Y ha concluido: lo que es bueno en sí mismo, ¿cómo no va a ser bueno para mí?

Francisco es también tuyo. Da igual quién seas, qué seas, cómo te sientes, qué senderos recorres. Francisco es tuyo porque es compañero que no te juzga, que no te roba, que no te menosprecia, que no te hiere. Al contrario, te entiende, te acoge, comparte contigo, te toma por compañero/a de viaje. Sin preguntas incómodas, sin exigencias previas. Porque Francisco es tuyo, tú puedes ser de él. Se pueden entender bien. Te dice, hoy también: seas quien seas, eres mi hermano y mi hermana. Me gustaría caminar contigo y compartir lo que tengo. Yo también necesito de ti y quizá tú necesitas de mí.


franciscanízate!!
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